Pensando en los menús del día, tenia por el congelador unas almejas buenísimas. Así que, las saqué y mientras se descongelaban mi cabeza empezó a pensar, cómo las iba a hacer para tener la comida del día siguiente cubierta.
Primero pensé en hacerlas con salsa de cebolla, pero no había cantidad suficiente para todos. Luego pensé en hacerlas con arroz, pero claro, con el tiempo justo que tenemos para comer, cualquier se esperaba a cocer el arroz y además tampoco tenía fondo de pescado.
Al final, vi un saquito de judías blancas y se me ocurrió hacer judías con almejas. Pero otra vez, me volví a encontrar con el problema de que las judías no habían estado a remojo desde la noche anterior.
Menos mal que me vino a la cabeza un truco de esos que nos dan las madres y a los que, muchas veces, no hacemos mucho caso, pero que me salvó el menú.
Así que cogí mi olla, puse las judías y a continuación, agua fría hasta que las cubrí. Las puse en la vitrocerámica, con un poco de sal, a fuego medio.
Cuando estuvieron hirviendo unos 10 ó 15 minutos, volvía a poner agua fría, para cortar el hervor. Después cuando empezaron a hervir, las aparté de la vitrocerámica y las dejé enfríar en la bancada de la cocina.
Al ver que había doblado su volumen, como si hubieran estado a remojo, seguí con la receta que tenía pensada.